Mariana Casillas
@MarianaCGe
La maternidad será deseada, elegida, voluntaria, informada, colectiva o no será, es la consigna clara que abandera la lucha por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Llega de nuevo la fecha, el 28 de septiembre nos cae como un nueva bocanada de aire fresco, pero también de lucha, para el movimiento feminista de las jaliscienses.
Después del 8 de marzo, después de haber vivido la marcha de mujeres más grande en el Estado de Jalisco nos topamos con una pandemia que nos hizo encerrarnos en casa, algunas, con sus agresores, otras en soledad y sin trabajo, algunas más con trabajo pero sin la red de apoyo que sostenía sus vidas, unas muchas maternando a sus hijos y criando a costa de arriesgar su propia salud. Entre tantos contextos y tantas situaciones similares y distintas, es inevitable admitir la precariedad y la constante hostilidad con la que vivimos cotidianamente las tapatias, la depresión y lo inevitable.
No cabe duda que hoy más que nunca nos reconocimos a nosotras mismas como seres sociales, dependientes de las redes de apoyo, del modo tribu con el que hemos subsistido miles de años, del reconocimiento humano que da vida.
Y así comienza la vida, quienes somos madres lo sabemos, la primera vez que realmente sentí compañía en mi maternidad soltera y adolescente fue cuando decidí aceptar al pequeño compañero que sin yo quererlo (ni él tampoco) estaba creciendo en mi vientre, esa chispa de ternura que se siente en el fondo del corazón es lo que crea la vida, el deseo y la ilusión, antes no.
El contrato social del mutuo reconocimiento es importantísimo, tan importante que es el primero de nuestras vidas, cuando la madre decide reconocer la vida que se comienza a formar sin siquiera buscarle (porque realmente casi nadie tiene control de sus procesos biológicos) es cuando se forma el mutuo reconocimiento donde yo (madre) te doy vida a ti (hije) y tu (hije) me haces a mi (madre) dar vida.
Si algo tenien en común las mujeres madres y las mujeres que hemos abortado (ademas de deseos, sueños y aspiraciones) es el hecho de que ambas estuvimos embarazadas en algun momento, somos mujeres que vivimos un embarazo solo con la diferencia de que algunas terminan con un parto y un nuevo hije y otras con un aborto, no hay diferencia, el cigoto fue el mismo, lo distinto fue el factor generador de vida e identidad “el deseo”.
Dentro del debate sobre el aborto se menciona muy poco que la mujer que aborta es una mujer embarazada porque esto humaniza y suaviza la condición de la mujer. Para el capital es bastante conveniente la deshumanización de sus fuerzas de producción así como la idea del falso liberalismo con el discurso de “mi cuerpo es mío y solo mío” aunque sí es real que “es solo MÍA la decisión”.
Urge hablar del aborto como un proceso de viva autonomía y libertad consciente, libertad que duele, que trauma y que libera, y que calma, y reconstruye, porque al final en el sentido más metafórico y real, lo que se derrama hasta los talones es la sangre propia y el dolor de sentirse nuevamente sola.
Y parafraseando un poco (mucho) a Laura Klein, la vida comienza con dos en comunidad o en común acuerdo, el imaginario y también los perpetuos rituales son los que hacen bienvenida la nueva vida. Antes que eso, es una célula, un malestar, un suceso no esperado de la vida, y es que la involuntariedad de la situación en cualquiera de los escenarios posibles en las primeras semanas de embarazo son las que reafirman el hecho de que no somos completamente libres para decidir que sucede con nuestro cuerpo, pero si lo suficientemente libres para saber que nos pertenece por completo y que el sabernos completamente nuestras es lo único que necesitamos para sobrellevarlo todo.
Esta dualidad del pertenecer y pertenecernos está llena de autodescubrimiento.
El Estado está en deuda con las mujeres que decidimos por la interrupción del embarazo, los marcos legales están diseñados para controlar las decisiones de las mujeres del estado a través del uso de la ley penal, sin embargo cifras de la OMS demuestran que estos candados no han reducido las cifras de mujeres que recurren a este procedimiento, por el contrario solo ha provocado el aumento de mujeres que llevan a cabo la interrupción de su embarazo de forma clandestina y en muchas ocasiones insegura.
El derecho humano a decidir sobre nuestros cuerpos y las preocupaciones que esto genera deben abordarse a través de la salud pública y las leyes civiles. Por eso es importante que el Estado muestre su compromiso con la salud de las mujeres y comencemos a hacer política a favor de nosotras.
Tomar los espacios se volvió necesidad ante una agenda que lleva años sin impulsarse y nosotras “las morritas” vamos a empujarla. La marea verde ya está en Jalisco, pero este año es más parecido a un tsunami que va arrasar, porque va caer.
Mariana Casillas
@MarianaCGe
Mamá de Nico y estudiante de Antropología en la Universidad de Guadalajara, colabora en la colectiva “Las Rudas” y militante en Futuro.